Las confesiones de la carne by Michel Foucault

Las confesiones de la carne by Michel Foucault

autor:Michel Foucault [Foucault, Michel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Referencia, Filosofía
editor: ePubLibre
publicado: 2018-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO III

ESTAR CASADO

1. EL DEBER DE LOS ESPOSOS

En el cristianismo antiguo no encontramos tantos tratados sobre el matrimonio como sobre la virginidad. En cuanto tal, la vida matrimonial no es objeto de una elaboración que haga de ella una práctica específica y una «profesión» dotada de un sentido espiritual particular. No hay arte, no hay techne de la vida matrimonial, si se exceptúa el capítulo de El Pedagogo antes estudiado [«Creación, procreación», en el cap. I], que, como hemos visto, estaba muy próximo a la moral antigua. Desde luego, esto no quiere decir que no haya reflexiones sobre el principio mismo del matrimonio, sobre su legitimidad o su aceptabilidad. Todos los debates alrededor del encratismo, todas las polémicas con los gnósticos y los movimientos dualistas, están atravesados por la cuestión del matrimonio; como hemos visto, el [tercer] Stromata de Clemente de Alejandría, incluye un testimonio temprano sobre el alcance de esos debates, que bajo formas diversas se extendieron a las épocas siguientes. Si bien la cuestión del «derecho» al matrimonio y su valor relativo en comparación con la continencia estricta y el celibato se plantea de manera muy temprana, su resultado no es la constitución de un arte de la existencia matrimonial. Es significativo, por ejemplo, que Tertuliano plantee el problema del principio del matrimonio en el Adversus Marcionem –es decir, en un texto de impugnación teórica de un adversario gnóstico– y que solo dé consejos sobre la vida matrimonial por medio de los textos concernientes a las maneras de vivir al margen del matrimonio, en la virginidad o la viudez (De virginibus velandis, Ad uxorem, Exhortatio ad castitatem).

La expansión de las reflexiones y de los textos destinados a guiar a los cristianos casados en su vida matrimonial y las relaciones que mantienen como esposos se constata sobre todo a finales del siglo IV. Con mucha más claridad que antes, el matrimonio se perfila entonces como profesión cristiana y las relaciones entre esposos se convierten también en un dominio de análisis y ejercicio, en el mismo carácter, aunque con una intensidad mucho menor, que las relaciones de uno consigo mismo en la existencia ascética. Esta evolución puede vincularse a varios fenómenos.

Hay que ver en ella, ante todo, una relación con la valorización extrema de la vida monástica y de la renuncia radical al mundo, como efecto y contrapeso a la vez. Frente a las formas de ascetismo intenso que amenazaban con desplazar el centro de gravedad del cristianismo hacia fuera de las comunidades urbanas, lejos de toda vida pública y hacia grupos reducidos de elegidos, hubo en la segunda mitad del siglo IV un esfuerzo –particularmente manifiesto en Oriente, donde se había desarrollado el monacato– por fortalecer la significación religiosa de la vida cotidiana y atenuar así el dimorfismo que podría llegar a establecerse en las modalidades de la vida cristiana. Ya no bastaba con decir que la continencia no era un precepto y que tampoco era indispensable para la salvación; había que mostrar además que los valores eran accesibles



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